El calor y sus efectos psicologicos

Los seres humanos nos sentimos estimulados por la presencia de esa forma de energía que es el calor, siempre que su graduación sea moderada. A partir de cierto nivel calórico -sobre todo como cuando ocurre en estos días su arribada se produce de un modo intempestivo-, el impacto desfavorable se extiende a los tres estratos de la persona: la mente, la vitalidad y el organismo.

Su efecto más extendido y antisocial es la tendencia a la irritabilidad y la impulsividad, con la consiguiente acumulación de los comportamientos de violencia de todo cariz, en la vía pública y en el ámbito doméstico. La entrega a comportamientos depredadores más o menos gratuitos encuentra aquí su marco más propicio. La activación de la violencia es aún mayor dentro de grupos o en el marco de una masa desconcertada.

Durante el tiempo estival, entre las gentes de pensamiento se aminora la actividad reflexiva y la creatividad pierde puntos de brillantez, y, en líneas generales, descienden los rendimientos del trabajo. La regulación vital se desploma bajo la presión del bochorno, lo que conduce a la aparición masiva de cuadros de desgana, apatía y astenia. Se sintoniza peor con los demás. Época propicia, también desde esta esquina, para la rotura de pareja y el enfado con los amigos. La penosa somnolencia por el día y el impedimento para dormir por la noche pueden llevar a los ritmos biológicos a un estado de caos.

La acción del calor más mortificante se concentra entre los enfermos depresivos y ansiosos, personas de por sí muy sensibles a los cambios de tiempo. Un golpe de calor, asociado con el influjo de la deshidratación corporal, la aceleración cardiaca y la hipotensión arterial, puede ejercer una acción depresógena directa. Por ello se habla de depresión estacional. Pero esta depresión no es un monopolio del calor, sino que aún se acumula más en la época otoñal a causa de la debilitación de la luz, lo que no deja de ser en estos días sofocantes un pequeño consuelo.