¿Preparado para ser millonario?

No todo el mundo está preparado para ser millonario de golpe… ¿te sorprende tal afirmación? Esta lectura está recomendada para quien juega a la lotería… y le toca … ¡o no! La recién lotería de Navidad alegra los bolsillos de muchas personas. Pero las hemerotecas nos muestran que, años después, algunos ganadores de loterías, quinielas, Primitivas, Euromillones y otros sorteos han acabado solos o arruinados o, en el peor de los casos, han acabado suicidándose.

José Manuel Calvo Vaz era empleado municipal de un pueblo de Ourense cuando en el 2003 le tocaron más de nueve millones de euros en la primitiva. De repente se convirtió en el millonario del pueblo. En enero del 2009 se suicidó de un tiro en la cabeza. Los periodistas se lanzaron a reconstruir el puzle de su vida: un hombre normal que, tras enriquecerse por un golpe de suerte, se dedica a montar negocios que fracasan, comprar coches de lujo, dilapidar dinero invitando a las malas amistades… Hasta que se da cuenta de que lo ha perdido todo. Y, quizá lo más importante, de que ha perdido al hombre normal que era antes del premio. Desgraciadamente, hay otros millonarios por azar que llaman la atención de la prensa por sus amargas historias, cada una con sus diferentes miserias. Podríamos hablar de la inglesa Callie Rogers, que gastó en cocaína buena parte de los dos millones de euros que ganó en el 2003 en la lotería cuando tenía 16 años, o de Michael Carroll, también de Inglaterra, que logró en el 2002 algo más de once millones de euros en la lotería. Toda una oportunidad a sus 19 años, quizá para ver mundo o estudiar sin necesidad de trabajar. Cinco años más tarde había cambiado su fortuna por varias condenas por delitos menores, dos intentos de suicidio y un serio problema con el alcohol.

Por supuesto, no todos los ganadores de un premio importante destrozan su vida (más bien todo lo contrario). Quizá, si se hiciera el correspondiente estudio, la tasa de suicidios, depresiones y ruinas económicas y vitales no sea mayor que en el resto de los mortales, a los que, con suerte, les toca el reintegro o la pedrea. Lo llamativo es que la espiral de autodestrucción se inicie cuando cae del cielo una importante cantidad de dinero. Por ejemplo, cinco décimos del gordo que se sortea hoy, que cuestan cien euros y se traducen en un premio de dos millones de euros. Una cantidad que, pensaron algunos, les permitiría comprar una vida diferente. El resto del artículo puedes leerlo en

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