El Estrés no es solo un trastorno para los adultos

Los niños también pueden sufrir de estrés, puesto que los cambios sociales, la competitividad, las exigencias, las demandas, ofertas de actividades extraescolares…en  la infancia y adolescencia, los hacen perfectos candidatos.

Al igual que en el adulto, un poco de estrés a corto plazo, nos mantiene alerta ante situaciones que requieren energía para afrontarlas, tales como una prueba deportiva, un examen final…; el problema es cuando este estado de activación se mantiene a largo plazo y comienza a afectar tanto a la salud física como a la psicológica, es decir el estrés se cronifica, dejando al menor sin recursos para afrontar las dificultades que les sobrepasan o son percibidas como que no tienen fuerzas ni recursos para superarlas.

En el caso de los niños, no saben decir que les pasa y es el adulto el que ha de traducir las señales de alerta para buscar ayuda profesional.

Las manifestaciones del estrés en los niños son variadas, considerándose las mas relevantes, los cambios de conducta, quejas, enfados o irritabilidad, llantos, abandonar actividades que le suelen gustar,  trastornos del sueño y la alimentación, no querer ir a la escuela, retirada de los amigos o de los padres, hostilidad en el adolescente. La observación de cómo se comporta el menor con sus iguales ofrece muchas indicaciones.

Los síntomas físicos, como dolor de estómago o de cabeza, son indicadores claves, cuando no hay una causa médica.

Es importante escuchar sus palabras,  que transmiten sentimientos que los niños no saben aún denominar. Frases como “Nadie me quiere” “ Soy un inútil” “No me divierto con nada”, son indicadores de que el niño o el adolescente no se siente bien y necesita ayuda. Un profesional de la Psicología colegiado/a puede ayudar a identificar el problema y proponer un proceso terapéutico para que el menor adquiera las estrategias necesarias para reducir el estrés y aprender a afrontarlo.