Los gritos y sus efectos perjudiciales

Los gritos son dañinos para los niños e ineficaces para modificar conductas, según los estudios de las neurociencias, ya que pueden modificar la estructura cerebral. Pueden originar consecuencias en la vida adulta como hipertensión y depresión, así como baja capacidad de respuestas ante instrucciones sencillas en la infancia.

Ante el grito se activan las alertas innatas de peligro, el corazón se acelera, se segrega adrenalina y las pupilas se dilatan. La hormona del estrés que es el cortisol se activa ante el peligro, y a largo plazo tiene consecuencias en la estructura de los mecanismos cerebrales, repercutiendo en la conducta. Los niños, al oír  gritos, no  piensan, por lo que no hacen lo que se les pide, solo huyen, luchan o se paralizan. La parte pensante del cerebro se desconecta ante el peligro o amenaza del grito y domina la parte de la supervivencia, la irracional, por lo que, o se huye y nos encerramos física y mentalmente, o se lucha por lo que adopta actitud combativa y se enfrenta mas al adulto o se paraliza. Ante los gritos el niño no piensa, por lo que no conseguimos nuestro objetivo, ya que se pone en modo supervivencia.

Un estudio de la Escuela de medicina de Harvard, 2015, demostró que los gritos, la humillación y el maltrato verbal alteran de forma permanente la estructura cerebral infantil. Los ambientes hostiles afecta al cuerpo calloso que une ambos hemisferios cerebrales, provocando cambios de personalidad y de estado de ánimo, afectando a la atención y a la estabilidad emocional

Otros estudios demuestran el aumento de cortisol producido por los gritos, afectando a los recuerdos y emociones.

La revista científica Current Biology en 2015 publicó un estudio de la Universidad de Nueva York sobre la propiedad sonora del grito que impacta y activa el centro neuronal del miedo, la amígdala.Es distinto a lo que produce un sonido fuerte que afecta al cortex cerebral. Los cambios en el volumen y la agudeza del tono de la voz producido en poco tiempo produce un gran impacto.

En un ambiente en el que se acostumbra a gritar, cambia el umbral de escucha, por lo que el niño cree que los padres solo dicen algo importante cuando gritan y la familia se acostumbra a hablar gritando y agrediendo. En los pequeños se origina terror y en los mayores amenazas que no se cumplen  y por tanto no proporcionan cambios de conducta. Es mas eficaz, agacharse a la altura del niño, mirarles a los ojos y hablarle tranquilamente sobre lo que queremos y esperamos de el/ella, sin devaluar.

Concluyendo, ni los gritos ni el castigo físico son métodos adecuados para cambiar conductas,

Fuente: La Nación (octubre 2017) Evangelina Himitan