La dislexia

La dislexia se incluye dentro de una clasificación que denominamos dificultades específicas del aprendizaje y de la lectura definidos como “Desorden en uno o más de los procesos básicos que afecta de manera persistente a la decodificación fonológica (exactitud lectora) y/o al reconocimiento de palabras (fluidez y velocidad lectora) que involucran la comprensión oral y escrita del lenguaje”. Los problemas que pueden observarse en la escuela se concretan en distintas áreas: lectura, escritura, deletreo o dificultad para manejar signos matemáticos, estos problemas pueden tener correlatos en el área emocional. La dislexia se da en personas con un desarrollo cognitivo o inteligencia normal o alta, que no padecen alteraciones sensoriales perceptibles y que han recibido una instrucción adecuada.

Dentro de los subtipos de dislexia, existe lo que denominamos dislexia de tipo evolutivo, este tipo de dislexia es en la que de forma inherente se presentan dificultades para alcanzar una correcta destreza lectora, sin una razón aparente que lo explique. Actualmente aún no están claros los factores que pueden estar implicados en el curso del trastorno, tales como causas genéticas, dificultades en el embarazo o en el parto, lesiones cerebrales, problemas emocionales, déficit espaciotemporales o problemas en cuanto a la orientación secuencial, de percepción visual o dificultades adaptativas en la escuela.

Nuestro cerebro lleva desarrollando el lenguaje oral (expresivo y receptivo) desde hace cientos de miles de años, asimismo se han desarrollado áreas cerebrales específicas para el lenguaje oral, poseemos periodos sensibles para la adquisición del habla y tenemos una predisposición natural para la comunicación oral, es decir nuestra especie ha evolucionado para poder desarrollar la comunicación oral.

No obstante, el lenguaje escrito es algo que solo llevamos unos pocos miles de años realizando, tenemos que hacer uso de algunas estructuras cerebrales que implican el lenguaje oral, así como otras estructuras que implican otros procesos indirectamente relacionados para poder elaborar una comunicación escrita, es decir nuestro cerebro no tiene una predisposición natural para el lenguaje escrito, y tiene que buscarse la vida con los recursos que posee para poder leer y escribir. Esto implica que debemos realizar un aprendizaje consciente y esforzado para adquirir las destrezas de lectoescritura necesarias para nuestro desempeño académico. Como cualquier aprendizaje, cada persona tiene una serie de aptitudes que facilitan o dificultan su práctica.

Para el aprendizaje de la lectoescritura es necesario emplear una serie de destrezas como son la habilidad para captar los principios alfabéticos y decodificarlos, habilidades de conciencia fonológica y habilidades prosódicas. Este aprendizaje implica según el modelo de doble ruta de Marshall y Newcombe (1973) una ruta léxica, visual o superficial, y otra ruta fonológica. La integración de ambas rutas facilita el aprendizaje lector, no obstante, en muchos niños, y debido a múltiples factores alguna de estas rutas o ambas pueden estar afectadas, coincidiendo en dificultades en el aprendizaje de la lectoescritura. Según la vía afectada es previsible que se den una serie de signos característicos,

Está demostrado que los niños con dificultades del aprendizaje de la lectoescritura presentan mayores índices de problemas emocionales, niveles de ansiedad y problemas de conducta. Es difícil establecer una causalidad, pero muy probablemente estaría relacionado con su rendimiento académico, y las consecuencias de su desempeño, sufriendo rechazo y humillación por parte de profesores, compañeros, e incluso familiares. Esto repercute de forma importante en la autoestima del niño, llegando incluso a interiorizar ese rechazo, generando graves problemas emocionales.          

Está demostrado que el abordaje terapéutico de la dislexia por lo general es efectivo, comprometiendo una serie de intervenciones que implican actuaciones de aprendizaje directo, actuaciones generales en el aula y adaptaciones curriculares no significativas, apoyo familiar educativo y aprendizaje en gestión emocional. Asimismo, dentro de cualquier programa de intervención en dislexia deben trabajarse cinco componentes básicos de una instrucción lectora eficaz, a saber: conciencia fonológica, métodos fonéticos, fluidez, vocabulario y comprensión de textos.