Historias de experiencias en Altea (Mejorar Crecimiento Personal)

Begoña (nombre ficticio) llega Altea con un cuadro serio que combina síntomas ansioso-depresivos, no duerme bien, no se ve buena madre, no se relaciona con su entorno, se culpabiliza de amargar a su pareja e hijos (se irrita fácilmente, les grita, se agobia con sus travesuras), se siente inútil, no sabe cómo salir del pozo en que se encuentra (llora mientras cuenta su situación). Lo curioso de su caso es que no hay razones aparentes para lo que está sufriendo, entonces ¿Qué ocurre?

Las emociones siempre nos comunican algo, a veces somos conscientes, otras no, en el caso de Begoña, exploramos sus conexiones con las facetas de su realidad presente y pasada, empezando a comprender el porqué de sus sensaciones. Su relato mostró una insatisfacción prolongada durante años relacionada con la forma en que su propia madre se había portado con ella, fue una madre adolescente (16 años), que vivió la llegada de Begoña como un serio inconveniente en su vida, una limitación a sus deseos de vivir, divertirse y conseguir sus proyectos. Desde pequeña y hasta el momento presente Begoña ha vivido convencida de ser un estorbo en la vida, de ser alguien que molesta, de ser rechazada de forma reiterada… a pesar de que consigue otras relaciones que demuestran claramente que es aceptada, nunca acaba de sentirse a gusto consigo misma, de autoaceptarse y valorar todo lo que de bueno tiene como persona, su mente focaliza y resalta solo los aspectos y detalles que confirman su hipótesis de NO VALGO.

En la consulta trabajamos con Begoña la liberación del “lastre” que suponen los efectos de algunas relaciones tóxicas que te impiden volar, crecer, desarrollarte y madurar de forma emocionalmente sana. Un primer paso fundamental es ser consciente primero de la diferencia que existe entre la conducta de terceras personas y las conclusiones que tú incorporas en tu cabeza… que una madre de 20 años vividora e irresponsable aparte a una hija de cuatro, no convierte a la hija de cuatro en un estorbo (como se creía Begoña), ni mucho menos… pero si esa idea se fija y arraiga, resulta enormemente dañina. Hasta que no nos liberemos de esas conclusiones erróneas, sufriremos hasta que no recompongamos un nuevo formato de nuestra imagen, en el que nos autoaceptamos, nos valoramos, nos deshacemos de conclusiones erróneas basadas en acontecimientos de los que no somos responsables y cuya forma de verlo y vivirlo, es necesario revisar y modificar.

Begoña trabajó con nosotros en consulta muy bien estos cambios, avanzó, progresó, se liberó, creció y asumió un nuevo estilo de vida, más segura, menos dependiente, más proactiva, menos temerosa, más arriesgada, menos tímida, sin dejar de ser prudente, pero con una correcta visión de su potencial, de sus cualidades, con satisfacción por saberse querida por quien realmente importa en este momento de su vida y con la determinación de dar un ejemplo a sus hijos muy diferente del que le dio su madre, con la certeza de poder encontrar el equilibrio entre ser ella feliz y poder hacer feliz a los demás seres queridos que la rodean.