La Princesa Dichosa

La princesa Dichosa nació en un palacio de oro con unos reyes por padres que tenían un deseo muy concreto para su hija: que fuera feliz.

¿Os suena?

Si sois padres, o trabajáis con padres y madres, probablemente os resuene este deseo que tenían los reyes.

Hagámonos unas preguntas: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar para que nuestros hijos sean felices? ¿qué es la felicidad? ¿Lo que yo creo que les hará feliz se lo hará de verdad?

Y, ¿Qué pasa cuando mi hijo no es feliz y yo siento frustración y miedo?

Este cuento, intenta contestar a estas y otras preguntas a través de una historia amena y entretenida.

Cuando como padres, se intenta proteger a los niños y niñas a toda costa y mantenerlos siempre contentos y felices ocurren varias cosas:

  1. Que el resto de necesidades y expresiones emocionales son rechazadas.
  2. Que debido a lo primero, los niños y niñas crecen con la idea de que aquello que sienten no es importante y necesitan esconderlo.
  3. Se crea dependencia emocional, »ser feliz para hacer feliz».

¿Y qué ocurre con todo esto? Que las emociones se enquistan, y cuando esto pasa, las personas sufrimos. Si además aprendemos que nuestras emociones sólo sirven para hacer sentir bien a los demás, nuestra autoestima cae en picado, pues la función de las emociones es acercarnos o alejarnos de aquello que es bueno o malo para nosotros mismos. Si las desatendemos, para priorizar siempre a los demás, no nos estaremos cuidando, no nos estaquemos queriendo. No tendremos autoestima.

Una persona feliz, es una persona estable, no se trata de estar contentos todo el tiempo. Los niños necesitan mucha estabilidad emocional para poder desarrollarse como adultos totalmente funcionales y psicológicamente sanos. Para aportar estabilidad a los niños (y a los adultos), necesitamos:

  1. Aceptar. Tanto sus emociones como las emociones propias que a los adultos nos produce ver su tristeza, su ira, su aburrimiento, etcétera.
  2. Escuchar. Una escucha empática y activa, para poder conocer sus necesidades.
  3. Llorar. Dejarlos llorar, mientras acompañamos en el llanto.
  4. Preguntar. A veces podemos fomentar la gestión y expresión de las emociones con preguntas como ¿Qué es lo que sientes?¿Dónde lo sientes en el cuerpo? ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
  5. Acompañar. En otras ocasiones, sólo hay que estar ahí, hasta que se calmen. Muchas veces no necesitamos intervenir, sino tan solo estar cerca, el sistema emocional se suele regular solo si no hacemos nada por evitarlo.

Pero esto no es todo lo que La princesa Dichosa nos enseñará. También aprenderemos con ella sobre el valor de la autosuficiencia, de la amistad o de la empatía, así como la importante lección de lo necesario que es llorar cuando lo necesitamos. Si estás interesado en adquirir este cuento, puedes encontrarlo en Amazon a través del siguiente link:

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