¡Mi hijo no hace la cama!

Uno de los problemas más comunes en consulta de padres y madres de adolescente, es el tema de las responsabilidades del hogar.

Por alguna razón, hay un gran número de familias que tienen en común una tarea que crea un gran drama intrafamiliar: sus adolescentes nunca hacen sus camas.

¿Qué está pasando con las adolescentes de hoy en día? ¿Por qué no hacen sus camas? ¿Será un nuevo reto de Tik Tok?

Perdonadme la sátira, solo intento desdramatizar una situación que, al final, suele general mucho conflicto entre padres e hijos.

Lo cierto es, que hay estudios que aseguran que no hacer la cama es incluso más beneficioso para la salud. Investiguen y juzguen por ustedes mismos, pues ese no es nuestro campo. Lo que sí es cierto, que no hacerla, no tiene mucha relación con la higiene, sino con el orden y la estética de la habitación. Es decir, no hacer la cama nunca supondrá un peligro mortal para nadie.

Entonces, ¿consiento que mi hijo nunca haga la cama? La respuesta que suelo dar a los padres a esta pregunta, suele contrariarlos e incluso enfurecerlos, porque suele ser un sí. Pero vamos a matizar.

Los niños y adolescentes necesitan normas y límites, pero los adultos tenemos que tener claro, por qué necesitan esas normas y esos limites. Y la respuesta es bien sencilla: para el propio interés del menor, nunca principalmente la del adulto.

Establecer normas sin sentido para los menores, en un espacio que se ha reservado para ellos (como es su habitación) sólo porque es lo que el adulto cree correcto para sí mismo, no desarrollará responsabilidad en el menor y además, será fuente de conflicto, estrés y ansiedad.

La higiene es importante. Por tanto, en los limites tiene que entrar la limpieza del polvo, de la ropa que ensucia, de los suelos, de los alimentos que consuma en la habitación, si hay alguna mascota, de la zona donde esté habitando, etcétera.

Todo esto tiene sentido, pues no hacerlo, supone un problema de higiene que puede evolucionar a un problema de salud. Y porque además, esto genera olores que afectará al resto de convivientes. Hasta ahí tiene sentido, el menor puede entender por qué es necesario hacer todas estas tareas aunque no le apetezca, desarrollará la responsabilidad de cuidar de su espacio para cuidar de sí mismo y de respetar a las personas con las que conviven.

Si el menor está dispuesto a todo esto  y cumple con todo, ¿por qué nos vamos a seguir frustrando porque no haga su cama? ¿Qué aprende si no es suficiente con hacer las tareas importantes y el conflicto sigue  a pesar de ello? Se trata de un tema de control, pero el desgaste mental y emocional que conlleva querer controlar que los hijos hagan las cosas exactamente como la quieren los padres, aunque con ello realmente no se les esté protegiendo ni enseñando nada, es mas caro que el hecho de que la cama finalmente se haga.

Algo que quizás esté pasando por tu mente si estás en esta situación, es que es tu casa y deberá estar como tú quieras. Que las únicas responsabilidades que tienen los niños y niñas es estudiar y recoger su cuarto, y que encima de que te partes la espalda trabajando para que tengan techo y comida, ¿Qué menos, no?

Pero la realidad es esta: los hijos no piden venir al mundo, si no que lo deciden los padres. Y el techo, la habitación y la comida no es algo que los padres deban darle a los hijos a condición de un buen comportamiento, sino un derecho que tienen las personas menores de edad. Los niños no tienen obligaciones directamente relacionadas con el hogar, los padres sí (obligación de cuidar, económicas, seguridad, etcétera) . Las responsabilidades que tienen que asumir los niños, no son por obligatoriedad legal, sino porque necesitan desarrollarse para ser adultos funcionales en el futuro y estar protegidos en el presente.

Es injusto decirle a un menor que debe hacer la cama »porque yo lo digo y para eso trabajo y pago la casa donde vives», ya que nunca pidió que lo trajeras al mundo. De hecho, puede que si alguna vez le has soltado algo así, te haya contestado un ‘’ ¡Pues no haberme tenido!’’. Y ciertamente, es del todo lógica esa respuesta.

No, ese no es el mejor camino para que los adolescentes asuman responsabilidades. Obligación y responsabilidad no significan lo mismo.

Así pues, ¿tiene sentido discutir por si se hace o no la cama si el resto de tareas más necesarias sí se cumplen?

Como padre o madre, ¿qué te da más tranquilidad psicológica? ¿Dejar de discutir por un tema tan banal como hacer la cama?¿o que la cama esté hecha?

En este artículo, nos hemos centrado en la tarea de hacer la cama, pero este hecho se puede trasladar a otro tipo de situaciones como cómo distribuyen su ropa en el armario, el tipo de atuendo que llevan (siempre que sea adecuado para la edad), cómo deciden ordenar sus cosas en su habitación, sus hábitos de estudios (si los resultados al final son los esperados), etcétera.

En resumen, los menores necesitan límites, normas y responsabilidades, pero estas tienen que tener un sentido para el buen desarrollo del menor y su propia protección. Si nos excedemos de estas necesidades, y caemos en la sobreprotección y el sobre control, lo único que conseguiremos, es crear un clima hostil en casa y desgaste emocional.

Algunas preguntas que te puedes hacer para reconocer si las normas y responsabilidades que le marcamos a los hijos e hijas son procedentes, son:

  • ¿Cumple mi hijo/a la mayoría de normas?
  • ¿Ayudará esta norma a que mi hijo/a esté seguro?
  • ¿El motivo de esta norma es su bienestar, el bienestar común o sólo mi propio bienestar?
  • ¿Esta norma es tan importante como para que no cumplirla eclipse el resto de normas que sí ha cumplido?
  • ¿Me vale la pena el desgaste de energía, ansiedad y estrés que me supone insistir en que se cumpla esta norma?
  • ¿El no cumplimiento de esta norma pone a mi hijo/a en una situación de peligro, vulnerabilidad o insalubridad?
  • ¿Qué aprenderá realmente mi hijo/a de cumplir esta norma? ¿Lo puede aprender igualmente a través de las otras que sí cumple?

Si tras aplicar estas sugerencias, las normas y responsabilidades de los hijos siguen siendo una gran fuente de conflictos familiares, la terapia psicológica puede ayudarte.